Quince días en Nueva York

Y el día llegó en que me regresaron el dinero que cada mes me descuentan automáticamente para el "fondo de ahorro". Tenía tres opciones: ahorrarlo (aburrido), gastarlo (¿en qué?) o viajar a Nueva York. Heme aquí, dos semanas de vacaciones en Nueva York: adiós refrigerador, adiós lavadora, adiós casa del infonavit

Thursday, July 20, 2006

Jueves de arte


Chelsea, un poco al norte de Greenwich Village, es conocido por sus galerías. Cada jueves se inauguran nuevas exposiciones entre las 6 y las 8 de la tarde. Los neoyorquinos artistoides se ponen su ropa más sofisticada y estrambótica y se lanzan a gorrear vino, cerveza y canapés a las calles de Chelsea.

Las mejores galerías están en las calles 25 y 26, entre las avenidas 10 y 11. Fue toda una odisea llegar ahí porque yo andaba en Queens, en un hermoso lugar llamado P.S.1. Un centro de arte contemporáneo que depende del MOMA. Me perdí un poquito, pero luego me encontré.

Decía que los neoyorquinos van a gorrear a las galerías. Éstas son, por cierto, bastante peculiares. Como en las películas. Son edificios de varios pisos. En cada piso hay una galería.

Cada cuadro tiene un número al lado. A la entrada te reparten la lista de las obras. Cada una con su precio. Las que me tocó ver van desde los 3000 a los 25000 dólares. No, no pude comprar ninguna. Las que me gustaron ya estaban vendidas. Además ¿cómo las iba a cargar de regreso? Sí, bueno, basta de soñar.

No me pareció prudente tomar fotografías dentro de las salas de exposición. Me sentía rara porque iba sola y me sentía toda confundida. No sabía si podía entrar o no. Si me iban a regañar o no. Pero parece que es normal que uno entre y salga con su vino en la mano.

Me gustaron varios cuadros de diferentes artistas: Steven Albert, Stephen Magsig, Andrew Lenaghan y Rick Dula. En especial me gustó un tal Jeffrey Vallance. No supe si las historias detrás de sus obras eran verdad o mentira, pero fue fenomenal. Era una colección de relicarios de diferentes estilos. Dentro de cada relicario había cosas inverosímiles: en uno había un pedazo de botella de orange crush que se supone guardó desde pequeño porque quiso abrir una botella y explotó; otro tenía el hueso de un pollo que compró en el supermercado, lo enterró y luego lo desenterró y le mandó hacer una autopsia; otro tenía una colección enorme de broches y botones alusivos a la URSS que se supone intercambiaba con un ruso durante la guerra fría. Juntos, la historia que contaba, el relicario y la pieza dentro, formaban en discurso de la obra completa. Increíble.

Y con respecto a P.S.1. No sé qué decir. También fue impresionante. Tan impresionante como que vi obras de Bruce Nauman, Ana Mendieta y otros grandes del arte conceptual, totalmente en vivo.

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